jueves, 24 de noviembre de 2011

Entrada 14

Es extraño como la lluvia cae sobre el cristal de un coche hacia cualquier destino. Nunca antes me había parado tanto a mirar lo que ocurría cuando las gotas se quedaban en el cristal. Las gotas tenían motor propio para moverse gracias al viento y a la velocidad. Entonces pensé, “las gotas de lluvia son personas y lo que las hace moverse (viento y la velocidad) es la fuerza del destino que mueve a las personas”. Me quede suspendido en este extraño pensamiento. Las gotas caían sin parar sobre el cristal de mi ventana, en mi mp3 sonaba Lovesong de Adele, y me fije en como las gotas se unían a otras gotas formando una gota más y más grande, una tras otra se iban uniendo formando a veces gotas de 4 o 5, otras de 2, y finalmente quedando las gotas únicas, es decir, aquella que no se unían a ninguna y se quedaban solas, en un rincón de esa ventana. Pensé, “¿hay personas que no son empujadas hacia un destino?”. Es algo triste, pero quise pensar que tal vez no se unían porque aun no era lo bastante fuerte el destino al que querían unirse. Luego pensé en las gotas que en vez de ir hacia destinos, iban hacia personas. Esto es más triste aún para las gotas únicas. Ellas son las que aun no se han unido a otras porque realmente no han encontrado a la gota que necesitan. Finalmente sin darme cuenta, llegue a mi destino y deje las gotas de aquella ventana marcharse… y a la vuelta ya no estaban… ninguna. Todas consiguieron su propósito, todas volaron, todas se unieron a su destino, todas se unieron a su persona…
En fin… cosas de gotas de agua y mi cabeza.

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